19. Dios el Espíritu: Su Plenitud por Lewis Sperry Chafer
A. Definición De La Plenitud Del Espíritu Santo
En contraste con la obra
del Espíritu Santo en la salvación tales como la
regeneración, el morar,
el sellamiento y el bautismo, la plenitud del Espíritu se relaciona a la experiencia
cristiana, al poder
y al servicio. Las obras del Espíritu en relación
a la salvación son de una vez y para siempre, pero la plenitud del Espíritu
es una experiencia
repetida y se menciona frecuentemente en la Biblia.
En una escala limitada, se puede observar la plenitud del Espíritu en ciertos individuos antes de Pentecostés (Ex. 28:3; 31:3; 35:31; Lc. 1:15, 41, 67; 4:1). Sin lugar a dudas, hay muchos otros ejemplos donde el Espíritu de Dios vino sobre individuos y los capacitó en poder para el servicio. En
el total, sin embargo, unos pocos fueron llenos del Espíritu antes del día de Pentecostés, y la obra del Espíritu parece estar relacionada al soberano propósito de Dios de cumplir alguna obra especial en los individuos. No hay indicación de que la plenitud del Espíritu hubiera estado
abierta a cada uno que rindiera su vida
al Señor antes de Pentecostés.
Comenzando con el día de Pentecostés, amaneció una nueva edad en la cual el Espíritu Santo
obraría en cada creyente.
Entonces
todos
fueron hechos
morada del Espíritu
y
podrían ser llenados si El encontraba las condiciones propicias. Esta conclusión
está confirmada por numerosas
ilustraciones en el Nuevo Testamento (Hch. 2:4; 4:8,31; 6:3,5; 7:55; 9:17; 11:24; 13:9,
52; Ef.
5:18).
La plenitud del Espíritu
puede definirse como un estado espiritual
donde el Espíritu Santo está cumpliendo
todo lo que El vino a hacer en el corazón y vida del creyente individual.
No es un asunto de adquirir más del Espíritu, sino más bien que el Espíritu de Dios vaya tomando posesión
del individuo. En lugar de ser una situación anormal y poco frecuente, como lo era antes de
Pentecostés, el ser llenado por el Espíritu en la edad presente es normal, si bien no es lo usual, en la experiencia
del cristiano. A cada cristiano
se le ordena ser lleno del Espíritu
(Ef. 5: 18), y el no estar llenos del Espíritu es estar en un
estado de desobediencia parcial.
Hay una diferencia
apreciable en el carácter
y calidad en la vida diaria de los cristianos. Pocos pueden caracterizarse por estar llenos del Espíritu.
Esta falta, sin embargo, no se debe a una falla
de parte de Dios en su provisión, sino más bien es falla de la parte del individuo
en apropiarse de esta provisión y permitir
al Espíritu Santo llenar su vida. El estado de estar lleno del Espíritu debería de contrastarse con la
madurez
espiritual. Un cristiano nuevo quien haya sido salvo
recientemente puede ser lleno con el Espíritu y manifestar el poder del Espíritu Santo en su vida.
Sin embargo, la madurez viene sólo a través de experiencias espirituales, las cuales pueden
extenderse toda una vida y abarcan
un crecimiento en conocimiento, la continua experiencia de ser llenado con el Espíritu,
y una madurez en juicio sobre cosas espirituales. Así como un niño
recién nacido puede
ser vehemente, de la misma manera un cristiano
puede ser lleno con el
Espíritu; pero, al igual que un recién nacido, sólo la vida y la experiencia
pueden sacar a relucir
las cualidades espirituales que pertenecen a la madurez. Este es el
porqué de que numerosos
pasajes de la Biblia hablen del crecimiento.
El trigo crece hasta la cosecha (Mt. 13:30). Dios obra
en su iglesia a través de hombres dotados con dones
personales para perfeccionar a
los santos
para la obra del ministerio y para edificar el cuerpo
de Cristo
de manera que los cristianos
puedan crecer en la fe y en estatura espiritual (Ef. 4: 11-16). Pedro habla de los bebés espirituales, que necesitan
la
leche espiritual
para crecer (1 P.
2:2), y exhorta
«crecer en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 P. 3:18).
Hay una relación obvia entre la plenitud
del Espíritu y la madurez espiritual, y un cristiano
lleno del Espíritu madurará más rápidamente que uno que no lo está. La plenitud del Espíritu y la
madurez espiritual
como resultado son los dos factores más importantes en la ejecución
de la voluntad de Dios en la vida
de un cristiano y también en el propósito de Dios de crearle para
buenas obras (Ef. 2:10).
Por
consiguiente, la plenitud
del Espíritu
se cumple en cada
creyente
cuando
él está
completamente
rendido al Espíritu
Santo, el
cual mora en él,
resultando en una condición espiritual en la cual el Espíritu Santo controla y dota de poder al individuo. Mientras que puede
haber varios grados en la manifestación de la plenitud del Espíritu y grados en el poder divino, el
pensamiento central en la plenitud es que el Espíritu de Dios es capaz de operar en y a través del
individuo sin obstáculo, cumpliendo
la voluntad perfecta de Dios para aquella persona.
El concepto de la
plenitud del Espíritu es sacado
a luz en un número de
referencias en el Nuevo Testamento. Es ilustrado
preeminentemente en Jesucristo, quien, de acuerdo a Lucas 4:1, era continuamente «lleno del Espíritu Santo». Juan el Bautista tuvo la experiencia excepcional
de ser llenado con el Espíritu desde que estaba en la matriz de su madre (Lc. 1:15), y ambos, su madre
Elizabet y su padre Zacarías,
fueron temporalmente llenos
del Espíritu (Lc. 1:41, 67). Estos
ejemplos están aún dentro del molde del Antiguo Testamento, en el cual la plenitud del Espíritu
era una obra soberana de Dios que no estaba al alcance de cada
individuo.
Comenzando con el día de Pentecostés, sin embargo toda la multitud fue llena con el Espíritu. En
la Iglesia primitiva el Espíritu
de Dios llenaba repetidamente a aquellos que buscaban la voluntad de Dios, como en el caso de Pedro (Hch. 4:8), el grupo de cristianos quienes oraban por valor y el poder de Dios (Hch. 4:31), y Pablo después de su conversión (Hch. 9:17). Algunos se
caracterizan por estar
en un continuo estado de plenitud del Espíritu, como se ilustra en los
primeros diáconos (Hch. 6:3) y Esteban el mártir (Hch. 7:55) y Bernabé (Hch. 11:24). Pablo fue lleno
con el Espíritu repetidas veces (Hch. 13:9), y así lo fueron otros discípulos (Hch. 13:52). En
cada caso solamente los
cristianos rendidos a Dios fueron
llenados con el Espíritu.
A los creyentes del Antiguo
Testamento nunca se les ordenaba
ser llenados con el Espíritu,
aunque en algunas ocasiones
fueron amonestados, como Zorobabel, que la obra del Señor se cumple, «no con ejército,
ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos»
(Zac. 4:6). En la era presente
a cada cristiano se le ordena ser llenado con el Espíritu, como en
Efesios 5:18: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del
Espíritu.» El ser llenados
con el Espíritu, así
como el recibir la salvación
por fe, no se cumple,
sin embargo, por esfuerzo humano, más bien es por permitir
a Dios que cumpla su obra en la vida del individuo. En la Escritura
está claro que un cristiano puede ser genuinamente salvo sin ser
llenado con el Espíritu,
y, por lo tanto, la plenitud
del Espíritu no es una parte de la salvación
misma. La plenitud
del Espíritu también puede ser contrastada
con la obra hecha de una vez y
para siempre que es cumplida
en el creyente cuando
éste es salvo. La plenitud del Espíritu, si
bien puede ocurrir en el momento de la salvación,
ocurre una y otra vez en la vida de un cristiano
consagrado, y debería ser una experiencia
normal de que los cristianos tuviesen
esta constante
plenitud del Espíritu.
El hecho de que la plenitud del Espíritu es una experiencia
repetida, se hace notorio en el
tiempo presente del mandamiento
en
Efesios 5:18:
«sed
llenos
del Espíritu». Traducido
literalmente es «manteneos
siendo llenados por el Espíritu». En
el texto se compara con un estado de intoxicación en el cual el vino afecta al cuerpo entero, incluyendo a la actividad mental y a la actividad física del cuerpo. La plenitud del Espíritu no es, por lo tanto, una experiencia que sucede una vez y para siempre. No está correcto llamarla una segunda obra de gracia, puesto que ocurre una y otra vez. Indudablemente, la experiencia de ser llenado con el Espíritu por primera
vez es muy fuerte en la vida del cristiano y puede ser un hito que eleve la experiencia cristiana a un nuevo nivel. Sin embargo, el cristiano depende de Dios para la continua plenitud del Espíritu,
y ningún cristiano puede vivir en el
poder espiritual de ayer.
De la naturaleza de la plenitud
del Espíritu puede concluirse que la amplia diferencia
en la experiencia
espiritual observada en cristianos
y los varios grados de conformidad a la mente y
voluntad de Dios pueden
ser atribuidos a la presencia
o ausencia de la plenitud
del Espíritu. El que desea hacer la voluntad de Dios debe, por consiguiente, entrar por completo en el privilegio
que Dios le ha dado al ser morada del Espíritu y tener la capacidad de rendir completamente su vida al Espíritu de Dios.
B. Condiciones
Para La Plenitud Del Espíritu
Frecuentemente
se
han
señalado tres sencillos
mandamientos
como
la
condición para ser
llenados con el Espíritu.
En 1 Tesalonicenses 5: 19 se da el mandamiento: «No apaguéis al Espíritu.» En Efesios 4:30 se instruye a los cristianos: «y no contristéis
al Espíritu Santo de Dios, con
el cual fuisteis sellados para el día de la redención.» Un tercero,
como instrucción más
positiva, se da en Gálatas 5:16: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.» Aunque otros pasajes arrojan luz sobre estas básicas condiciones para ser llenados con
el Espíritu, estos tres pasajes resumen la idea
principal.
1. El mandamiento
de «no apaguéis el Espíritu»,
en 1 Tesalonicenses 5: 19, aunque no se explique en su contexto, está usando en forma obvia La figura
del fuego como un símbolo del
Espíritu Santo. En la forma en que se hace mención de apagar el fuego en Mateo 12: 20 y Hebreos 11: 34 se ilustra lo
que se quiere decir.
De acuerdo a Efesios 6:16, «el escudo de la fe» es capaz de «apagar los dardos de fuego del maligno». Por consiguiente,
apagar el Espíritu es ahogar o reprimir al
Espíritu y no permitirle
que cumpla su obra en el creyente. Puede definirse simplemente como el decir «No», o de no tener la voluntad
de dejar
al Espíritu conducirse a su manera.
El pecado
original de Satanás fue la rebelión contra Dios (Is. 14:14), y cuando un creyente dice
«yo quiero» en lugar de decir como Cristo dijo en Getsemaní: «No se haga mi voluntad, sino la
tuya» (Lc. 22:42), entonces
está
apagando al Espíritu.
Para que pueda experimentar se la plenitud del Espíritu es necesario para un cristiano que rinda su vida al Señor. Cristo observó que un hombre no puede servir a dos señores (Mt. 6:24), y a los
cristianos se les
exhorta constantemente a que se rindan a sí mismos a Dios. Al hablar de la
rendición a la voluntad de Dios en la vida de un cristiano, Pablo escribió en Romanos 6: 13: «Ni
tampoco
presentéis vuestros miembros al
pecado
como instrumentos de iniquidad,
sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.» Aquí se declara
claramente la opción ante cada cristiano: él puede rendirse a sí mismo tanto a
Dios como al
pecado.
Un pasaje similar
se encuentra
en Romanos
12:1-2. Al presentar
la obra
de salvación
y
santificación en la vida del creyente, Pablo encarece a los romanos: «Así que,
hermanos,
os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable
a Dios, que es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de
la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.» En ambos pasajes
-Romanos 6:13 y 12:1- se usa la misma palabra
griega. El tiempo del verbo está en aoristo, lo cual significa «rendirse a Dios de una vez y
para siempre». De acuerdo a esto, la experiencia
de ser llenado
con el Espíritu sólo puede ser llevada
a cabo cuando un cristiano toma el paso inicial de presentar
su cuerpo en sacrificio vivo. El cristiano ha sido preparado
para esto por medio de la salvación, lo cual hace al sacrificio santo y aceptable delante de Dios. Es razonable
de parte de Dios esperar esto habiendo muerto Cristo por este individuo.
Al presentar su cuerpo, el cristiano
debe enfrentar el hecho de que no debe de conformarse
exteriormente al mundo, sino que interiormente debe de ser transformado por el Espíritu Santo con el resultado de que su mente sea
renovada para reconocer
los valores espirituales
El es capaz de distinguir
lo que no es la voluntad de Dios, de lo que es la «buena, agradable y
perfecta voluntad de Dios» (Ro.
12: 2).
La rendición no se hace en referencia a algún punto en particular, sino que más bien discierne la voluntad de Dios para la vida en cada asunto particular. Es, por lo tanto, una actitud de estar deseoso de hacer
cualquier cosa que Dios quiera que el creyente haga. Es el hacer la voluntad final de Dios en su vida y estar dispuesto
a hacer cualquier cosa cuando sea, donde sea y como
Dios pueda dirigirla. El hecho de que la exhortación «no apaguéis el Espíritu» está en tiempo
presente indica que ésta debería
ser una experiencia continua iniciada por el acto de la rendición.
Un cristiano
que desea estar continuamente rendido a Dios encuentra que esta rendición se
relaciona con varios aspectos. Es, en primer lugar, una rendición a la Palabra de Dios en sus
exhortaciones y su verdad. El Espíritu Santo es el supuesto Maestro, y a medida
que
va
conociendo la verdad, un creyente debe rendirse a ésta a medida que la va comprendiendo. El rehusar
someterse a la Palabra
de Dios hace que la plenitud del Espíritu sea imposible.
La rendición también se relaciona con la guía. En muchos casos la Palabra de Dios no es explícita en cuanto a decisiones
que un cristiano tiene que enfrentar. Aquí el creyente debe de ser guiado por los principios de
la Palabra de Dios, y el
Espíritu de Dios puede darle
la guía sobre las bases de lo que la
Escritura revela. De acuerdo a ello, la obediencia a la guía del Espíritu
es necesaria para la plenitud
del Espíritu (Ro. 8:14). En algunos casos el Espíritu puede ordenar a un cristiano que haga algo y en otras ocasiones puede prohibirle que siga el curso de una acción. Una ilustración es la experiencia de Pablo, quien fue impedido de predicar el evangelio en Asia y Bitinia en las
primeras etapas de su ministerio y más tarde
se le instruyó que fuera a estas
mismas áreas
a predicar (Hch. 16:6-7; 19:10). La plenitud del Espíritu
incluye el
seguir la guía del Señor.
Un cristiano
también debe de estar rendido a los hechos providenciales de Dios, los cuales a
menudo acarrean situaciones o experiencias
que no son deseadas
por el individuo. De acuerdo a
ello, un creyente debe de entender lo que es ser sumiso a la voluntad
de Dios aun cuando
ello implique el sufrimiento y sendas que en sí mismas no
son placenteras.
La suprema ilustración de lo que significa
ser llenado con el Espíritu y rendido
a Dios es el Señor
Jesucristo mismo. En Filipenses 2:5-11 se revela que Jesús, al venir a la tierra y morir por los pecados del mundo, estaba deseando ser lo que Dios había escogido,
deseando ir donde Dios
había es- cogido y deseando
hacer lo que Dios había
escogido.
Un creyente que desea ser llenado con el Espíritu debe tener una actitud similar en cuanto a rendición y obediencia.
2. En conexión
con la plenitud
del Espíritu, se le exhorta también a «no contristar al Espíritu» (Ef. 4:30). Aquí se presume que el pecado ha entrado en la vida de un cristiano
y como un hecho de
su experiencia ha sobrevenido la falta de rendición.
Para poder entrar en un estado en el que pueda ser llenado
con el Espíritu, o para volver
a tal estado, se le exhorta a que no continúe en su pecado, el cual contrista al Espíritu Santo. Cuando
en el creyente el Espíritu de Dios es
contristado, la comunión, guía, instrucción y poder del Espíritu son estorbados; el Espíritu
Santo, aunque está morando, no
está libre para cumplir su
obra en la vida del creyente.
La experiencia
de la plenitud del Espíritu puede ser afectada por las condiciones físicas. Un cristiano
que físicamente está cansado, hambriento o enfermo puede no experimentar el gozo normal y la paz, los cuales son frutos del Espíritu. El mismo apóstol que exhorta a ser llenados
con el Espíritu confiesa en 2 Corintios 1: 8-9 que ellos estuvieron «abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar
la vida». De
acuerdo a ello, aun un cristiano
lleno con el Espíritu puede experimentar algún trastorno interior. Sin embargo, cuanto más grande sea la necesidad en las circunstancias del creyente, mayor es la necesidad de la plenitud del Espíritu y la rendición
a la voluntad de Dios para que el poder del Espíritu pueda ser manifestado
en la vida individual.
Cuando un cristiano toma conciencia del
hecho de que ha contristado al Espíritu Santo, el remedio está en cesar de contristar al Espíritu, como se expresa en Efesios 4:30 traducido literalmente. Esto
puede cumplirse
obedeciendo 1
Juan 1:9, donde se instruye al hijo de Dios: «Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos
de toda maldad.» Este pasaje se refiere a un hijo de
Dios que ha pecado contra
su Padre Celestial. La vía de restauración
está abierta porque la muerte
de Cristo es suficiente, para
todos sus pecados (1 Juan
2:1-2).
Así, la manera de volver a la comunión con Dios para un, creyente es confesar sus pecados a
Dios, reconociendo
nuevamente las bases para el perdón en la muerte de Cristo y deseando la restauración a una comunión íntima con Dios el Padre, así como también con el Espíritu Santo.
No es un es un asunto de justicia en una corte legal, sino más bien una relación." restaurada
entre padre e hijo que se había descarriado. El pasaje asegura que Dios es fiel y justo para perdonar el
pecado y quitarlo como una barrera que se interpone
en la comunión cuando un
cristiano confiesa
sinceramente su iniquidad a Dios. Mientras
que en algunas situaciones la confesión del pecado puede requerir que se vaya a los individuos que han sido ofendidos
y corregir las dificultades, la idea principal es establecer una nueva relación íntima con Dios mismo. Confesando sus pecados, el
cristiano debe de estar seguro de que del lado divino el perdón es inmediato. Cristo, como el intercesor del creyente y como el que murió en la cruz, ha hecho ya todos los ajustes necesarios
del lado celestial. La restauración a la comunión está sujeta,
por lo tanto, sólo a la actitud humana
de confesión y rendición. La Biblia también advierte al creyente contra los serios resultados de estar contristando continuamente al Espíritu. Esto, a veces, resulta en el castigo de Dios para con
el creyente con el propósito de restaurarle, como se menciona en Hebreos 12:5-6. Al cristiano se
le advierte que, si él no se juzga a sí mismo, Dios necesitará intervenir con la disciplina divina (1
Co. 11:31-32). En cualquier caso, hay una pérdida inmediata cuando un cristiano está caminando
fuera de la comunión con Dios, y existe el constante
peligro del juicio severo de Dios como un
padre fiel que trata con su, hijo errado.
3. El andar en el Espíritu es un mandamiento positivo, en contraste
a los mandamientos previos,
los cuales son negativos.
Caminar en el Espíritu (Gá. 5:16) es un mandamiento para
apropiarse del poder y la bendición que es provista
por el Espíritu que mora en el creyente. El
andar en el Espíritu es un mandamiento en el tiempo presente, esto es, un cristiano debe de
mantenerse
andando por medio del Espíritu.
El nivel cristiano
de la vida espiritual es alto, y él no es capaz de cumplir la voluntad de Dios
aparte del poder de Dios. De acuerdo a ello, la provisión
del Espíritu que mora hace posible para el cristiano
el estar andando por medio del poder y la guía del Espíritu
que vive en él.
El andar en el Espíritu es un acto de fe. Está dependiendo del Espíritu el hacer lo que sólo el
Espíritu puede hacer. Las altas normas de la era presente -donde se nos ordena amar como Cristo ama (Jn. 13:34;
15:12) y donde se ordena que cada pensamiento sea traído a la obediencia en
Cristo (2 Co. 10: 5)- son imposibles aparte del poder del Espíritu. De igual manera,
las otras manifestaciones
de vida espiritual -tales
como
el fruto
del Espíritu (Gá. 5:22-23)
y tales
mandamientos como «estad siempre gozosos. Orad sin cesar» (1 Ts. 5: 16-17) y «dad gracias en
todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Ts. 5:18)-
son imposibles a menos que
uno esté andando en el Espíritu.
Obtener una norma alta de vida espiritual es de lo más difícil porque el cristiano
está viviendo en un mundo pecador y está bajo constante influencia maligna (Jn. 17:15; Ro. 12:2; 2 Co. 6:14;
Gá. 6:14; 1 Jn. 2:15). De igual manera, el cristiano tiene oposición por el poder de Satanás y está comprometido en
una lucha incesante con
este enemigo de Dios (2 Co.
4:4; 11:14; Ef. 6:12).
Además del conflicto con el sistema mundial y con Satanás, el cristiano tiene un enemigo de
dentro, su antigua naturaleza, la cual desea conducirle de vuelta a la vida de obediencia
a la carne pecaminosa (Ro. 5:21; 6:6; 1 Co. 5:5; 2 Co. 7:1; 10:2-3; Gá. 5:16-24; 6:8; Ef. 2:3). Por estar la
antigua naturaleza constantemente en guerra con la nueva naturaleza en el cristiano, sólo la
continua dependencia en el Espíritu de Dios puede traer victoria.
Así es que, aunque algunos han
llegado a la conclusión errónea de que un cristiano puede alcanzar
una perfección sin pecado, existe
la necesidad de caminar constantemente en el Espíritu para que este poder pueda llevar a
cabo la voluntad
de Dios en la vida de un creyente. Al creyente le espera la perfección final del
cuerpo y el espíritu en el cielo, pero la lucha espiritual continúa sin disminuir hasta la muerte o el traslado espiritual.
Todas estas verdades
enfatizan la importancia de apropiarse del Espíritu andando en su poder y guía y dejando
que el Espíritu tenga
control y dirección de una vida cristiana.
C. Los Resultados De La Plenitud Del
Espíritu
Cuando uno está
rendido a Dios y lleno con el
Espíritu vienen imprevisibles
resultados.
1. Un
cristiano
que
camina en el poder del
Espíritu experimenta
una
santificación progresiva, una
santidad de vida en la cual el fruto del
Espíritu (Gá.
5:22-23) está cumplido. Esta es la suprema manifestación del poder del Espíritu y es
la preparación terrenal para el tiempo
cuando el creyente,-en los cielos- será completamente transformado
a la imagen de Cristo.
2. Uno de los
importantes ministerios del
Espíritu es el de enseñar al creyente las
verdades espirituales. Sólo mediante
la guía e iluminación del Espíritu
un creyente puede comprender la infinita verdad de la Palabra de Dios. Así como el Espíritu de Dios es necesario para revelar la
verdad concerniente a la salvación (Jn. 16:7-11) antes de que una persona pueda ser salva, así el
Espíritu de Dios guía también
al cristiano a toda verdad (Jn.
16:12-14).
Las cosas profundas de Dios, verdades que sólo pueden
ser comprendidas por un hombre
enseñado por el Espíritu, son
reveladas a uno que está andando
por el Espíritu (1 Co. 2:9 - 3:2).
3. El Espíritu Santo es capaz de guiar a un cristiano y aplicar las
verdades generales de la
Palabra de Dios a la situación particular del cristiano. Esto es lo que se expresa en Romanos
12: 2, demostrando
«cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta». Como el siervo de
Abraham, un cristiano
puede experimentar la declaración «guiándome Jehová en el camino»
(Gn.
24:27). Una guía tal es la experiencia
normal de los cristianos
que están en una relación correcta
con el Espíritu de Dios (Ro. 8:14;
Gá. 5:18).
4. La seguridad de la salvación es otro resultado
importante de la comunión con el
Espíritu. De acuerdo a Romanos 8:16, «el Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu, de
que somos hijos de Dios» (cf. Gá. 4:6; 1 Jn. 3:24; 4:13). Es normal para un cristiano
el tener la seguridad
de su salvación, como lo
'es para un individuo el saber
que está físicamente vivo.
5. Toda la adoración
y el amor de Dios son posibles solamente cuando uno está andando
por el
Espíritu. En el contexto de la exhortación
de Efesios 5: 18 los versículos
siguientes describen la vida normal de adoración y comunión con Dios. Una persona fuera de la comunión
no puede adorar verdaderamente a Dios aun cuando asista a los servicios
de la iglesia en bellas
catedrales y cumpla con el ritual de la adoración. La adoración es un asunto del corazón, y como
Cristo le dijo a la mujer
samaritana: «Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu
y en verdad es necesario que
adoren» (Jn. 4:24).
6. Uno de los aspectos más importantes de la vida de un creyente es su oración de comunión con
el Señor. Aquí nuevamente el
Espíritu de Dios debe guiar y dirigir
si la oración ha de ser inteligente.
Aquí también debe de comprenderse la Palabra de Dios si la oración ha de ser de acuerdo a la Palabra de Dios: La verdadera
alabanza y acción de gracias son imposibles aparte
de la capacitación
del Espíritu. Además de la oración del creyente mismo, Romanos 8:26 revela
que el Espíritu intercede
por el creyente. De acuerdo a ello, una vida de oración efectiva depende
del andar en el Espíritu.
7. Además de todas las cualidades
ya mencionadas, toda la vida de servicio
de un creyente y el ejercicio de sus dones naturales
y espirituales están dependiendo del poder del Espíritu.
Cristo se refirió a esto en Juan 7:38-39, donde
Él describió la obra del Espíritu como un río de agua viva fluyendo del corazón del hombre. De acuerdo a esto, un cristiano
puede tener grandes
dones espirituales y no usarlos por no estar andando en el poder del Espíritu. En contraste,
otros con relativamente pocos dones espirituales pueden ser usados grandemente por Dios porque están
andando en el poder del Espíritu. La enseñanza
de la Escritura sobre la plenitud del Espíritu es,
por lo tanto, una de las líneas de verdad
más importantes
que un cristiano debe comprender,
aplicar y apropiarse de ella.
PREGUNTAS
1. ¿Cómo contrastaría la plenitud del Espíritu con la
obra del Espíritu Santo en la salvación?
2. ¿Qué ejemplos
de plenitud del Espíritu pueden observarse antes
del día
de Pentecostés?
3. ¿Estaba la plenitud del Espíritu al alcance de todo aquel que se rindiera a Dios antes de
Pentecostés?
4. ¿Cómo la venida del Espíritu en el día de Pentecostés cambió la posibilidad de ser llenados con el Espíritu?
5. Definir
la plenitud del Espíritu.
6. Contrastar el ser llenado con
el Espíritu con la madurez
espiritual.
7. ¿Cualquier cristiano puede ser lleno del Espíritu?
8. ¿Cuál es la relación entre
la plenitud del Espíritu y la madurez espiritual?
9. ¿En qué sentido hay tres
grados de manifestación de
la plenitud del Espíritu?
10. ¿Qué ilustraciones destacables de ser llenados con el Espíritu se encuentran en el libro de
los Hechos?
11. ¿Cuál es el significado de la comparación de ser llenado
con vino y ser llenado con el
Espíritu?
12. ¿Por qué
es inexacto referirse a la plenitud
del Espíritu como una
segunda obra de gracia?
13. ¿Qué es lo que quiere decirse por el
mandamiento de «no apaguéis el Espíritu»?
14. ¿Por qué
es necesario rendirse a Dios para
ser lleno con el Espíritu?
15. Contrastar el paso inicial de presentar
el cuerpo como un sacrificio vivo con la vida de continua
rendición.
16. Nombrar
los varios aspectos de la
rendición de un cristiano a Dios.
17. ¿En qué sentido Cristo es el
ejemplo supremo de
la rendición a Dios?
18. ¿Cuál es el significado del mandamiento «no contristéis al Espíritu»?
19. ¿Cómo las circunstancias de un cristiano afectan su experiencia
de ser llenado con el
Espíritu?
20. ¿Cuál es el remedio al haber contristado al
Espíritu?
21. ¿Por qué
un cristiano confiesa su
pecado confiando que será
perdonado?
22. ¿Cuáles
son algunos de los serios resultados de continuar en un estado de contristar
al
Espíritu?
23. Definir
lo que significa andar en el Espíritu.
24. ¿Cómo la elevada norma de vida espiritual en el cristiano hace que el andar en el Espíritu
sea necesario?
25. ¿Por qué es necesario andar en el Espíritu a la luz del hecho de que los cristianos
viven en un mundo pecador?
26. ¿Por qué el andar en el Espíritu es necesario
en vista de la naturaleza
pecaminosa del
cristiano?
27. ¿Por qué la necesidad de andar en el Espíritu demuestra que es imposible para un cristiano alcanzar la perfección sin pecado en esta vida?
28. Nombrar
y definir brevemente siete resultados
de la plenitud del Espíritu.
29. Nombrar
las razones importantes para
que un cristiano sea lleno
del Espíritu.