9. Dios el Hijo:
Su Muerte Vicario por Lewis Sperry Chafer
En la Escritura
se revela la muerte de Cristo como un sacrificio por los pecados de todo el mundo. De acuerdo
a ello, Juan el Bautista presentó a Jesús con las palabras:
«He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo»
(Jn. 1: 29). Jesús, en su muerte, fue
el sustituto muriendo en el lugar
de
todos
los hombres. Aunque
«sustituto» no
es específicamente
un
término bíblico, la idea de que Cristo es el sustituto para los pecadores se afirma constantemente
en las Escrituras. Por medio de la muerte vicaria los juicios justos e inconmensurables de Dios contra el pecador fueron llevados por Cristo. El resultado de esta sustitución es en sí mismo tan simple y definitivo
como la misma transacción.
El Salvador ya ha cargado con los judíos divinos
contra el pecador
a total satisfacción
de Dios. Para recibir la salvación
que Dios ofrece, se les
pide a los hombres que crean estas buenas nuevas,
reconociendo
que Cristo murió por sus pecados y por este medio reclamar a Jesucristo como su Salvador personal.
La palabra «sustitución» expresa sólo parcialmente todo lo que se llevó a cabo en la muerte de Cristo.
En realidad, no hay un término que pudiéramos decir que incluye el todo de esa obra
incomparable. El uso popular ha tratado de introducir para este propósito
la palabra expiación; pero este vocablo no aparece ni una sola vez en el Nuevo Testamento, y, de acuerdo a su uso en
el Antiguo Testamento, significa solamente cubrir el pecado. Esto proveía una base para un
perdón temporal «a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados» (Ro.
3:25). Aunque en los tiempos del Antiguo Testamento se requería nada más que el sacrificio
de un animal para el remitir (literalmente «tolerar», «pasar por alto», Ro. 3:25) y el disimular
(literalmente «pasar por alto» sin castigo, Hch. 17:30) de los pecados, Dios estaba, no obstante,
actuando en
perfecta justicia al hacer este
requerimiento,
puesto que Él
miraba hacia la
manifestación de su Cordero, el cual vendría no solamente a pasar por alto o cubrir el pecado, sino a quitarlo de una vez y para siempre (Jn.
1:29).
A. LO QUE IMPLICA LA MUERTE DEL HIJO
Al considerar el valor
total de la muerte de Cristo
deben distinguirse los siguientes
hechos:
1. La muerte de Cristo nos da seguriad del amor de Dios hacia el pecador (Jn. 3:16; Ro. 5:8; 1
Jn. 3:16; 4:9); y en adición a esto hay, naturalmente, una acción
refleja o requerimiento
moral que se proyecta, a través de esta verdad tocante al amor divino, sobre la vida de los redimidos (2
Co. 5:15; 1 P. 2:11-25); pero no debe olvidarse
que toda demanda referente a la conducta diaria
no se dirige nunca a los
inconversos sino a los que ya son salvos en Cristo.
2. La muerte de Cristo es una redención
o rescate pagado a las demandas santas de Dios para
el pecador y para liberar
al pecador de la justa condenación. Es significativo que la palabra discriminadora «por» significa
«en lugar de» o «en favor de», y es usada en cada pasaje en el Nuevo Testamento donde se menciona la muerte de Cristo como un rescate (Mt. 20:28; Mr.
10:45; 1 Ti. 2:6). La muerte de Cristo fue un castigo necesario, el cual Él cargó por el pecador
(Ro. 4:25; 2 Co. 5:21; Gá. 1:4; He. 9:28). Al pagar el precio de nuestro rescate Cristo nos redimió. En el Nuevo Testamento se usan tres importantes palabras griegas para expresar
esta idea:
1) agorazo, que quiere decir «comprar en un mercado» (agora significa
«mercado»). El hombre, en su pecado, es considerado
bajo la sentencia
de muerte (Jn. 3:18-19; Ro. 6:23), un
esclavo «vendido bajo pecado»
(Ro. 7:14), pero en el acto de la redención
es comprado
por
Cristo a través del derramamiento de su sangre (1 Co. 6:20; 7:23; 2 P. 2:1; Ap. 5:9; 14:3-4);
2) exagorazo, que significa «comprar y sacar del mercado de la venta», lo que agrega el
pensamiento no sólo de la compra, sino también de que nunca más estará expuesto
a la venta
(Gá. 3:13; 4:5; Ef. 5:16; Col. 4:5), indicando
que la redención es una vez y para siempre;
3) lutroo, «dejar libre» (Lc. 24:21; Tít. 2:14; 1 P. 1:18). La misma idea se encuentra en el
vocablo lutrosis (Lc. 2:38; He. 9:12), y otra
expresión similar,
epoiesen lutrosin (Lc.
1:68), y otra forma usada frecuentemente, apolutrosis, indicando que se libera
a un esclavo (Lc. 21:28; Ro.
3:24;
8:23; 1 Co. 1:30; Ef. 1:7,
14; 4:30; Col. 1:14; He. 9:15; 11:35).
El concepto de la redención incluye la compra, el quitar de la venta, y la completa libertad
del rescate individual a través de
la muerte de Cristo y la
aplicación de la redención por medio del Espíritu Santo.
Así, también, la muerte de Cristo fue una ofrenda por el pecado, no semejante a las ofrendas
de animales presentadas en tiempos del A.T., las cuales podían solamente cubrir el pecado, en el sentido
de dilatar el tiempo del justo y merecido
juicio contra el pecado. En su sacrificio Cristo
llevó sobre «su cuerpo en el madero» nuestros pecados, quitándolos de una vez y para siempre (Is.
53:7-12; Jn. 1:29; 1 Cor. 5:7;
Ef. 5:2; He. 9:22,
26; 10:14).
3. La muerte de Cristo está representada en su parte como un acto de obediencia a la ley que
los pecadores han quebrantado, cuyo hecho constituye una propiciación o satisfacción de todas
las justas demandas
de Dios sobre el pecador. La palabra griega hilasterion se usa para el
«propiciatorio» (He. 9:5),
el cual era la tapa
del arca en el lugar Santísimo, y que cubría
la ley en el arca. En el Día de la Expiación (Lv. 16:14) el propiciatorio era rociado con sangre desde el
altar y esto cambiaba
el lugar de juicio en un lugar
de misericordia (He. 9:11-15). De manera similar, el
trono
de
Dios se convierte en
un trono de gracia (He.
4:14-16)
a través de
la propiciación de la muerte de Cristo. Una palabra griega similar, hilasmos, se refiere al acto de
propiciación (1 Jn.
2:2; 4:10); el significado es que
Cristo, muriendo en
la cruz, satisfizo
completamente todas las demandas
justas de Dios en cuanto al juicio
para el pecado de la Humanidad. En Romanos 3:25-26 Dios declara,
por tanto, que El perdona
en su justicia los pecados antes de la cruz,
sobre la base de que Cristo moriría y satisfaría completamente la
ley
de la justicia. En todo esto Dios no está descrito como un Dios que se deleita en la venganza sobre
el pecador, sino más bien un Dios el cual a causa de su amor se deleita en misericordia para el
pecador. En la redención y propiciación, por lo tanto, el creyente en Cristo está seguro de que el precio ha sido pagado en su totalidad, que él ha sido puesto libre como pecador y que todas las demandas justas
de Dios para el juicio sobre él
debido a sus pecados han sido
satisfechas.
4. La muerte de Cristo no
sólo satisfizo a un Dios Santo, sino que proveyó las bases por medio de las cuales el mundo fue
reconciliado para con
Dios. La palabra
griega katallasso, que significa «reconciliar», tiene en sí el pensamiento de traer a Dios y al hombre juntos por medio
de un cambio
cabal en
el hombre. Aparece
frecuentemente en
varias formas en el
Nuevo
Testamento (Ro. 5:10-11; 11:15; 1 Co. 7:11; 2 Co. 5:18-20; Ef. 2:16; Col. 1:20-21). El concepto
en cuanto a reconciliación no significa que Dios cambie, sino que su relación
hacia el hombre
cambia debido a la obra redentora de Cristo. El hombre es perdonado, justificado y resucitado espiritualmente al nivel donde es reconciliado
con Dios. El pensamiento no es que Dios sea reconciliado con el pecador, esto es, ajustado
a un estado pecaminoso,
sino más bien que el
pecador es ajustado
al carácter santo de Dios. La reconciliación es para todo el mundo, puesto que Dios redimió al mundo
y es la propiciación para los pecados de todo el mundo (2 Co. 5:19; 2
P. 2:1; 1 Jn. 2:1-2). Tan completa y de largo alcance es esta maravillosa
provisión de Dios en la redención, propiciación y reconciliación,
que las Escrituras declaran
que Dios no está ahora
imputando el pecado al mundo (2 Co. 5:18-19;
Ef. 2:16; Col. 2:20).
5. La muerte de Cristo quitó todos los impedimentos morales en
la mente de Dios para salvar a los pecadores en los que el pecado ha sido redimido por medio de la muerte de Cristo, Dios ha
sido satisfecho y el hombre ha sido reconciliado con Dios. No hay más obstáculo para Dios en aceptar libremente y justificar a cualquiera
que cree en Jesucristo como su Salvador (Ro. 3:26). A
partir de la muerte de Cristo el infinito amor y poder de Dios se ven libres de toda restricción para salvar, por haberse cumplido en ella
todos los juicios que la justicia Divina
podría demandar contra el pecador. No hay nadie en todo el universo que haya obtenido más beneficio que Dios
mismo en la muerte de su amado
Hijo.
6. En su muerte, Cristo llegó a ser el Sustituto que sufrió la pena o castigo que merecía el pecador (Lv. 16:21; Is. 53:6; Lc. 22:37; Mt. 20:28; Jn. 10:11; Ro. 5:6-8; 1 P. 3:18). Esta verdad es el fundamento de certidumbre para todo aquel que se acerque a Dios en busca de salvación.
Además, éste es un hecho que cada individuo debe creer concerniente
a su propia relación con Dios
en lo que toca al problema del
pecado. Creer en forma general que Cristo murió por el mundo no es suficiente; se demanda en las Escrituras una convicción personal de que el pecado de
uno mismo fue el que Cristo, nuestro Sustituto, llevó completamente en la cruz. Esta es la fe
que resulta en una sensación
de descanso interior, en un gozo inexplicable y gratitud
profunda hacia El (Ro. 15:13; He. 9:14; 10:2). La salvación
es una obra poderosa de Dios, que se realiza instantáneamente en
aquel que cree en Cristo Jesús.
B. FALACIAS CONCERNIENTES A LA MUERTE DEL HIJO
La muerte de Cristo es a menudo mal interpretada.
Cada cristiano hará bien en entender completamente la
falacia de las
enseñanzas
erróneas que sobre este
particular se
están propagando extensamente en
el día de hoy:
1. Se afirma que la doctrina de la sustitución
es inmoral porque, según se dice, Dios no podía,
actuando en estricta justicia,
colocar sobre una víctima inocente los pecados del culpable. Esta
enseñanza podría merecer más seria consideración si se pudiera probar que Cristo fue una víctima involuntaria; pero, por el contrario, la Biblia revela que El estaba en completa afinidad
con la voluntad de su Padre y era impulsado
por el mismo infinito amor (Jn. 13:1; He. 10:7). De la misma manera, en el inescrutable misterio de la Divinidad, era Dios quien «estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo» (2 Co. 5:19). Lejos de ser la muerte de Cristo una imposición
moral, era Dios mismo, el Juez justo, quien en un acto de amor y sacrificio de sí mismo sufrió todo el castigo que su propia
santidad demandaba para el pecador.
2. Se asegura que Cristo murió como un mártir y que el valor de su muerte consiste en su
ejemplo de valor y lealtad
a sus convicciones. Basta contestar a esta afirmación errónea
que, siendo Cristo el Cordero ofrecido en sacrificio
por Dios, su vida no fue arrebatada por hombre alguno, sino que Él la puso de sí mismo para volverla a tomar (Jn. 10:18; Hch. 2:23).
3. Se dice que Cristo murió para ejercer cierta influencia de carácter
moral. Es decir, que los hombres que contemplan el hecho extraordinario del Calvario serán constreñidos
a dejar su vida
pecaminosa, porque en la cruz se revela con singular intensidad lo que es el concepto
divino acerca del pecado.
Esta teoría,
que
no
tiene ningún
fundamento
en
las Escrituras,
da
por
establecido que Dios está
buscando actualmente la reformación de los hombres, cuando en
realidad la cruz es la base
para su regeneración.
PREGUNTAS
1. ¿Qué se quiere decir con la afirmación de que Cristo es el sustituto de los
pecadores?
2. ¿Cuál es la doctrina del Antiguo
Testamento sobre la expiación?
3. ¿Cómo se
relaciona la muerte de Cristo
con el amor de Dios?
4. ¿Cuáles son los tres conceptos básicos incluidos en la doctrina de la redención?
5. Definir la doctrina de la propiciación y explicar qué es lo que está consumado por medio de ella.
6. Definir
la doctrina de la reconciliación y explicar qué
es consumado por
medio de ella.
7. Si el mundo entero
está reconciliado con Dios, ¿por qué hay algunos
que se pierden?
8. ¿Cómo la redención, la propiciación y la reconciliación liberan de toda restricción a Dios
para salvar al pecador?
9. ¿Por qué
el Nuevo Testamento
enfatiza que la salvación es
solamente por medio de la fe?
10. Nombrar
algunas de las interpretaciones erróneas de la muerte de Cristo y explicar por qué ellas están erradas.